Más Sociología - Ficción, o no tan "ficción".
Sorprendente es un buen calificativo para Distrito 9. Pensé que era una película sudafricana y resulta que es neozelandesa. Pensé que sería ciencia ficción y es sociología pura. Pensé que me iba a aburrir y me… sorprendió (vaya, eso ya lo había dicho).
Su director, Neill Blomkamp, nos ofrece una película entretenida que además te hace pensar, pero con un cierto toque de humor y sin melodramatismos melifluos.
La acción podría decirse que transcurre en la actualidad, aunque comienza hace veinte años, cuando una enorme nave espacial se sitúa justo encima de Johannesburgo. Pero no dan señales de vida, nadie sabe a qué han venido.
A los tres meses se deciden a forzar la entrada en la nave y para su sorpresa se encuentran con unos extraños seres, con un aspecto entre insecto y lagarto. Están sucios, desnutridos y si en algún momento han tenido los conocimientos adecuados para construir semejante nave, ahora parecen haberlos olvidado. Son como un millón de parias espaciales incapaces de subsistir por su cuenta y algo hay que hacer con ellos. Urgentemente.
La solución de agruparlos todos en una especie de campo de refugiados en las afueras de la ciudad no parece ser la ideal, pero de momento no había otra.
Ahora han pasado más de veinte años. Los “bichos”, la gente les llama así por razones obvias, son ya casi dos millones que viven hacinados en su ghetto sin que puedan acceder a distintas zonas exclusivas para humanos.
Por su aspecto, sus costumbres y en general su manera de vivir, las relaciones entre las dos especies es muy, muy problemática. La gente no les quiere cerca y clama porque se vayan ¿pero dónde?.
Curiosamente los que parecen más descontentos son personas “de color”, que hasta hace poco sufrían la misma intolerancia en sus propias carnes. De hecho, los carteles que marcan las zonas de exclusión para los alienígenas recuerdan intencionadamente a los que hasta mediados de los 80 marcaban las zonas de exclusión amparadas por las leyes del Apartheid.
El quid de la cuestión se plantea cuando la MNU (Multi National United), una empresa privada encargada de gestionar los asuntos con los alienígenas, asume la tarea de trasladar el asentamiento lejos de Johannesburgo. El responsable es Wikus Van De Merwe (Sharlto Copley), un antihéroe más bien pusilánime al que le viene grande la tarea. Es un hombre de paja designado por la empresa que en el fondo lo que quiere es acceder, con fines evidentemente lucrativos, a las armas que conservan los alienígenas.
Pero Wikus es totalmente ajeno a esas maquinaciones y nos plantea la segregación y el traslado como algo beneficioso para ambas partes. Humanos y alienígenas vivirán mucho más tranquilos sin tener contacto los unos con los otros.
La narración de la historia se realiza en plan documental, intercalando entrevistas con el propio Wikus, que nos presenta una especie de “making off” de los preparativos, junto con declaraciones de personajes relevantes (periodistas, sociólogos, ingenieros, médicos, políticos, policías, personal afectado, etc.) y trailers de diversos boletines de noticias. Todo ello le da un aspecto de credibilidad y veracidad a la historia que hace contrastar la irrealidad física que nos presenta con la realidad moral que nos hace recordar.
Las escenas están rodadas en Tshiawelo, Soweto, de triste memoria para todos los que tenemos una edad. De hecho el propio título de la película evoca los hechos ocurridos durante los años 70 en el Distrito 6 (en este caso de Ciudad del Cabo) cuando más de sesenta mil personas “de color” procedentes de Namibia, Zambia, Botsuana y Zimbabue fueron expulsados porque la zona fue declarada exclusivamente para “blancos”.
También es de destacar la similitud histórica entre las declaraciones de Wikus, cuando afirma que el traslado se hace para beneficiar a todos, con las razones que en su momento sentaron las bases ideológicas del apartheid.
A principios de siglo XX existía un debate entre la minoría blanca, dominante en Sudáfrica, sobre si se debía o no “civilizar” a la población negra del país. Algunos decían que era una tarea imposible porque simplemente su genética no lo permitiría.
Esta justificación racista fue contestada en 1929 por el antropólogo Werner Eiselen que argumentó que la inteligencia no era cuestión de raza y que no había justificación biológica que argumentase que la raza negra no podía ser tan inteligente como la blanca.
Según lo veía Eiselen, el problema debía abordarse desde un aspecto cultural. No se debería intentar hacer de un bantú un buen europeo, sino un buen bantú. Lo contrario sería un ataque contra su cultura. Así pues, supuestamente para preservar los derechos de las poblaciones bantúes, khoisan y demás grupos étnicos que cohabitaban en al región, se estableció un procedimiento de enseñanza separada, segregada (apartheid en afrikáans) que desembocó en uno de los ejemplos de racismo institucional más flagrantes de la historia.
Así que lo que en principio parecía protectora se convirtió en todo lo contrario. Creo que no era eso lo que pretendía Eiselen, pero cuando uno lanza una idea nadie sabe lo que harán los demás con ella.
El apartheid en particular y el racismo en general han dado pie para muchas historias muy conmovedoras. Como no podía ser menos alguna de ellas se enmarca dentro de la ciencia ficción. Imaginar cosas en el futuro proporciona una justificación ideológica: "vale, esto ahora no pasa, ¿pero quién te dice que dentro de unos años, en otras condiciones, no vaya a pasar?".
¿Y si vienen unos alienígenas súper avanzados y en lugar de ayudarnos nos esclavizan? Debieron pensar los guionistas de V e Independence Day.
¿Y si en un momento somos capaces de crear máquinas capaces de pensar y sentir como las personas pero por desconfianza no les damos todos los derechos? Se preguntaron los de El Hombre del Bicentenario, Blade Runner, Yo Robot y A.I.
Y los de la “animada” Planet 51 ¿en qué pensaban?, pues probablemente en algo así como “en el país de los raros el normal es raro”, cosa que de por sí da sentido al mensaje de la película, aunque también podemos encontrar factores añadidos como la implantación de creencias temerosas para justificar las acciones del poder. Hasta las más inocentes películas infantiles dan mucho que pensar y si no que se lo digan a Walt Disney.
Y… bueno, la lista puede ser mucho más larga. Yo a eso le llamo “sociología ficción” y es uno de los subgéneros más productivos e interesantes dentro de la ciencia ficción.
El caso es que películas como Distrito 9 nos pueden servir para reflexionar sobre conceptos como racismo, segregación, estereotipo, prejuicio, etc. Y ver que los mismos se pueden aplicar en entornos mucho más diversos que los que esperamos habitualmente.
Si ya la has visto sabes a lo que me refiero y si no, queda claro que opino que merece la pena verla.
Saludos,